Salman Rushdie, caviar
“Este tipo de maniobras buscan imponer una versión distorsionada y conveniente de la realidad”.

La foto aparece en portada y, según el diario que la publica, es la prueba definitiva, incontestable de la nefasta penetración de la “progresía caviar” en nuestras Fuerzas Armadas. En ella se ve a Gustavo Gorriti, Pedro Cateriano y “otras aves de mal agüero que pululan en el cenáculo caviar peruano, odiador declarado de nuestras Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional” compartiendo mesa con el coronel EP Carlos Enrique Freyre, representante del Ejército Peruano en Puno y, junto con el ministro de Defensa, Jorge Chávez Cresta, declarado topo de ese enemigo ubicuo, multiforme, promiscuo y un poco satánico: los caviares.
Pero si miramos bien, algo no cuadra. Sentado en medio de la mesa, aparece nada menos que Salman Rushdie. ¿Es el escritor indio nacionalizado inglés parte de la conspiración que busca exprimir la teta del Estado y homosexualizar a la infancia peruana? ¿Tan largas son las garras del globalista George Soros y de ese club diabólico que es el IDL? Como es obvio, la foto no registra un cónclave secreto, donde las eminencias grises caviares orquestan nuevas estrategias. Es una imagen tomada en el almuerzo que la editorial Planeta ofreció a sus autores durante la edición de 2018 del Hay Festival de Arequipa.
Cualquier sujeto medianamente informado lo hubiera sospechado, porque Rushdie no es solo un escritor célebre. La publicación en 1988 de Los versos satánicos lo convirtió en una de las personas más conocidas del mundo. La novela fue prohibida en varios países del mundo musulmán y motivó la fetua donde el ayatollah Ruhollah Jomeiní, líder religioso de Irán, lo acusó de blasfemia, apostasía y lo condenó a muerte. Rushdie logró sobrevivir gracias a un operativo de seguridad masivo, pero volvió a ser noticia mundial hace unos meses, cuando fue asaltado por un desequilibrado que lo apuñaló en el rostro, el cuello y el estómago. Aunque sobrevivió, el escritor perdió un ojo y la movilidad de la mano izquierda.
Una posibilidad es que la foto se haya publicado por ignorancia, lo que constituye un soberbio papelón periodístico, del que es partícipe toda la dirección del diario que la llevó a su portada. Me temo que no es el caso. Si hubiera sido así, los responsables hubieran admitido su error y pedido disculpas. En cambio, han seguido empleando la foto para alimentar los fantasmas de una conspiración inexistente, demostrando que estamos ante otra más de esas campañas de desprestigio que se han puesto tan de moda y se alimentan de fake news.
Este tipo de maniobras buscan imponer una versión distorsionada y conveniente de la realidad. Para que surtan éxito hace falta una soberbia falta de escrúpulos y la repetición insistente de la mentira, pero, sobre todo, un público manipulable, poco crítico, dispuesto a dejarse engañar, de ciudadanos desinformados o abiertamente sumidos en la ignorancia. ¿Cómo conseguirlo? Controlando la educación, atentando contra su calidad y poniéndola al servicio del proyecto político en marcha.