Lugar de la Memoria, por Raúl Tola
“El cierre del LUM es parte de una ofensiva ideológica que pretende manipular flagrantemente los hechos y que atenta, justamente, contra aquello que supuestamente defiende: la verdad”.

El Lugar de la Memoria (LUM) fue polémico antes de existir. Sus orígenes se remontan al año 2008, cuando, hondamente impresionada luego de recorrer la exposición fotográfica “Yuyanapaq”, preparada como parte del informe final de la Comisión de la Verdad, la primera ministra alemana Angela Merkel, de visita en Lima para una cumbre internacional, ofreció un millón de dólares para construir un museo que la albergara y otro millón para mantenerlo por 10 años.
El gobierno de Alan García rechazó ese donativo, argumentando que no era momento de reabrir “viejas heridas”. Especialmente locuaz fue el, por entonces, ministro de Defensa, Ántero Flores Aráoz, para quien “el Perú no necesita museos”, sino hospitales y colegios. Esta afirmación fue respondida por Mario Vargas Llosa en un artículo fulminante: “Los peruanos necesitamos un Museo de la Memoria para combatir esas actitudes intolerantes, ciegas y obtusas que desatan la violencia política. Para que lo ocurrido en los años 80 y 90 no se vuelva a repetir. Para aprender de una manera vívida adónde conducen la sinrazón delirante de los ideólogos marxistas y maoístas y, asimismo, los métodos fascistas con que Montesinos y Fujimori los combatieron convencidos de que todo vale para lograr el objetivo, aunque ello signifique sacrificar a decenas de miles de inocentes”.
García se vio obligado a retroceder, aceptó el dinero de Alemania (uno de los países que mejor saben, por experiencia propia, lo que importa mantener viva la memoria) y nombró al propio Vargas Llosa presidente de la comisión encargada de construir el museo. Bastarían estos orígenes (que combinan a Angela Merkel, Mario Vargas Llosa y Fernando de Szyszlo, que le tomó la posta al frente de la comisión) para descartar cualquier simpatía del Lugar de la Memoria con el terrorismo, como alegremente vienen diciendo varias personas.

PUEDES VER: Hildebrandt sobre cierre del LUM: El pasado condena a la derecha, para ellos recordar es morir
Sus voces se han multiplicado desde que, acatando las órdenes dadas en público por Rafael López Aliaga el día de su juramentación, el alcalde de Miraflores, Carlos Canales, clausuró el LUM. Detrás de los argumentos ridículos y leguleyos empleados para justificar esta medida —que constituye un evidente abuso de derecho— se encuentra una corriente de pensamiento que quiere imponer una versión unilateral de nuestra historia reciente, simplificándola y reduciéndola a términos binarios, de buenos y malos, amigos y enemigos.
A López Aliaga y Canales no les molestan los contenidos del Lugar de la Memoria porque no los conocen o, si los conocen, mienten flagrantemente sobre ellos. Lo que les molesta, como molestaba a Flores Aráoz, es su sola existencia. El cierre del LUM es parte de una ofensiva ideológica que pretende manipular flagrantemente los hechos y que atenta, justamente, contra aquello que supuestamente defiende: la verdad.
Cerrar un museo es un crimen de lesa cultura, así como una demostración inocultable de barbarie y oscurantismo. Como dice Vargas Llosa: “En los países donde hay muchos museos, la clase política suele ser bastante más presentable que en los nuestros y en ellos no es tan frecuente que quienes gobiernan digan o hagan tonterías”.