La pregunta prohibida: ¿qué será de la narrativa peruana sin Mario Vargas Llosa?
¿Cuál será la nueva dinámica literaria y editorial sin la presencia de nuestro escritor? Si la narrativa peruana sonaba en el extranjero, por ejemplo, se debía fundamentalmente a la presencia de Vargas Llosa.

Hace unos días, mientras realizaba una entrevista, le pregunté a mi entrevistado si estábamos preparados para la partida de Mario Vargas Llosa. Mi entrevistado me miró y me dijo que no veía en un horizonte inmediato dicha posibilidad. Pocos días después, nuestro nobel de Literatura e integrante de la Academia Francesa, falleció.
Fue una noticia que dejó frío a medio mundo. Sabíamos que Mario Vargas Llosa estaba delicado de salud, pero tampoco imaginábamos que se iba a ir tan pronto. Aún no salimos de la conmoción, pese a ello, algunas preguntas han empezado a orbitar a la espera de respuestas.
Una de ellas es de difícil respuesta. Incluso se la hice a un buen lector tras un conversatorio en el que participé en marzo, el cual abordaba la vigencia de la monumental novela Conversación en La Catedral de Vargas Llosa. Este amigo se quedó sin respuesta. No era para menos. En la obra de Vargas Llosa se sustentan muchos discursos, siendo los más importantes los relacionados a las poéticas de los escritores. Algunos tienen en la obra de Vargas Llosa un estímulo y otros, en cambio, un punto de crítica o negación. A estas alturas del partido, así se esté a favor o en contra, no creo que exista escritor peruano ajeno a la influencia de Vargas Llosa. Vargas Llosa ha marcado con fuego a todas las generaciones de escritores peruanos desde la segunda mitad del siglo XX.
El silencio se deja sentir más en estas últimas horas. ¿Qué pasará con la narrativa peruana ahora que no está Vargas Llosa? Esta es la pregunta que hasta ahora no se formula y no sería muy raro pensar que el mutismo sea la salida inmediata de los escritores consultados. En estos últimos días, he visto a no pocos autores peruanos hablar del lugar común: sobre el gran escritor que siempre fue Vargas Llosa. Sin embargo, no se ha dicho nada del vacío que deja este peruano irrepetible, como indicamos en nuestra nota del lunes 14, para las letras peruanas.
Su lugar como escritor mayor ahora será ocupado por otro gran escritor peruano: Alfredo Bryce Echenique (por cierto, este 2015 se cumplen 30 años de su mejor novela: No me esperen en abril), a quien deberíamos valorar más oficialmente, porque la legitimidad otorgada por el lector la tiene desde hace rato. ¿Lo invitarán al Hay Festival Arequipa de este año?
Sobre Vargas Llosa se ha armado un aparato crítico, editorial y de divertimento (pensemos en los eventos y congresos literarios y culturales), cuya falta no es ser tal, sino su dinámica que no ha generado obras atendibles (no hay obras maestras o perdurables ahí) porque sus integrantes, principalmente los más jóvenes (menores de 55), solo se han preocupado por ser parte de la cadena de intereses y no en forjar obras a la altura del ídolo, que ni los conocía pese a que ellos decían que sí.
Esta dinámica ha impedido que obras que valen la pena no sean reconocidas o tarden en serlo. El caso más llamativo es el tránsito editorial que tuvo El espía del Inca (2019) de Rafael Dumett. El mismo Dumett lo dijo en La República: “Siempre he tenido muy claro lo que quiero hacer, yo estoy mirando hacia adelante. No hay más, no me interesa alternar con la farándula literaria limeña, no me interesan las argollas, ni pertenecer a ningún tipo de corte vargasllosiana”.
Si se menciona la corte, es porque existe. Sin Vargas Llosa, esa corte está muerta. Nunca hubo grandes obras que la legitime. Está cantada una puesta en orden. Lo que no sabe es cuándo. El panorama narrativo sin Vargas Llosa, es desalentador.