John Coltrane enseña a los más jóvenes: “My favorite things”
Lo que no dejó de buscar Coltrane a lo largo de su vida, fue aprender. He ahí la razón de que, entre las luminarias del jazz, sea el músico de quien más se pueda recibir recursos sin estar bajo la sombra de un genio.

En el maravilloso librito My favorite things. Conversaciones con John Coltrane (Alpha Decay) de Michel Delorme, encontramos una respuesta que habría que poner en práctica para estos tiempos en los que muchos jóvenes están cada vez más sometidos a férreas e inútiles exigencias a vista y paciencia de la platea virtual. Es una pequeña publicación, la cual puede conseguirse vía las plataformas de venta de libros, que tranquilamente podría ayudar al artista o músico que está comenzando.
Este músico norteamericano bebió de la Edad de Oro del jazz en los 20, del auge del swing en los 30 y del cool jazz en los 50. No solía dar entrevistas, se mostraba hasta cicatero cuando tenía que ofrecer algunas respuestas. Es por eso que no hay mucho material suyo fuera del ámbito que nos debería importar: la música. Por eso mismo, esta publicación es un tesoro que nos devuelve a uno de los más grandes músicos del siglo XX.
Ante la inquietud sobre con qué tipo de músicos le gustaba trabajar a “Trane”, como también se le conocía, este manifiesta su preferencia por aquellos que basan su pericia en el entusiasmo y no solo en la ejecución perfecta. Con los duchos se puede redondear piezas, indica, pero en este curso la garantía del hechizo no está asegurada, no en la mayoría de casos. En cambio, con los entusiastas siempre está la opción de la sorpresa, que es el condimento de este género musical: la posibilidad de la improvisación. Además, el músico señalaba como ingrediente clave la impresión primeriza que signa a los entusiastas, es decir, la característica de quienes quieren aprender.
Lo que no dejó de buscar Coltrane a lo largo de su vida, fue aprender. He ahí la razón de que, entre las luminarias del jazz, sea el músico de quien más se pueda recibir recursos sin estar bajo la sombra de un genio (y bien sabemos que él lo era). Siguiendo esta lógica, pienso en el aprendizaje literario. Es obvio que no podemos aprender de todos, como esas plumas que, a la más mínima asimilación, convierten al principiante en imitador o caricatura; a estos solo hay que disfrutarlos, del mismo modo recoger sus influencias, pensemos en García Márquez y Borges. En cambio, están los otros, que dejan al lector no solo epifanía, sino igualmente un manual de aprendizaje. A saber, el andamiaje estructural de Vargas Llosa en sus novelas, recordemos Conversación en La Catedral.
En su sencillez, Coltrane transmite salidas a los óbices y bloqueos creativos, como el no presionarse si algo te gusta. Su sola práctica constante hará de uno un sólido artista. Coltrane no la hacía difícil.