Cuando Arturo Pérez-Reverte recomienda
“Esto no es una sugerencia, sino casi una orden: lean esta obra maestra”, escribió en su cuenta de Instagram, sobre la novela “La máscara de Dimitrios” (1939) del escritor británico Eric Ambler.
Uno de los autores en castellano más leídos del mundo, es el español Arturo Pérez-Reverte. En este punto de su trayectoria, el autor de El club Dumas se halla consagrado como escritor y, además, es miembro de la Real Academia Española de la Lengua. Está blindado por la legitimidad.
Sin embargo, por extraño que parezca, Pérez-Reverte no tiene tantas críticas, como sí lectores (los contamos por cientos de miles, como ya indicamos). Resulta curiosa esta realidad: hay autores que no venden ni la vigésima parte de lo que sí Pérez-Reverte y tienen más reseñas que él. No es culpa de los reseñados, obviamente. Sigue habiendo un prejuicio hacia la literatura de entretenimiento, la cual ostenta una valiosa tradición que parte del siglo de la novela, el XIX.
Pérez-Reverte siempre se ha declarado un ferviente admirador de la novela de folletín y no pocas de las ficciones que marcan el tránsito narrativo de hoy (no nos referimos necesariamente al espectro literario) provienen de esta tradición que, me temo, no se conoce en su justa medida. ¿Stephen King, Stieg Larsson, Robert Ludlum y Philip K. Dick, por citar a algunos hijos de Dumas, son menos escritores por tener millones de lectores? ¿Qué más habría que ver para tomarlos en serio? Así como en esta tradición hay grandes nombres, no escapan de ella autores malísimos. Es el mismo escenario valorativo cuando nos referimos a los libros literarios o “más serios”.
En Perú, país generoso en catástrofes políticas y generador de personajes estrambóticos, la literatura de entretenimiento, entendida en su linaje, podría ser la base de historias verosímiles que reflejen la degradación que desde hace años viene ocurriendo en nuestras narices. Claro, las novelas en clave literaria gustan y tienen su público, pero sería interesante que se explore, los que quieran, en esta tradición, pero no a la caza de la belleza verbal (el lastre de la narrativa peruana no pasa por ahí, en realidad, desde hace ya varios años no me topo con escritor peruano que escriba mal), sino a la búsqueda de los secretos del asunto. A la narrativa peruana de estos años le está faltando asunto. Hay más verosimilitud, transmisión, calle, ironía, sabor a Perú, en Pitucas sin lucas que en muchos libros peruanos de ficción.
Volviendo a Pérez-Reverte.
A diferencia de no pocos autores, Pérez-Reverte se muestra tal cual, no le interesa ser políticamente correcto. Por más polémicos que puedan ser algunos de sus posts, no hay que negar que detrás de los mismos ha corrido mucha letra. Dice lo que piensa y le cae su crítica. Entiende la dinámica. Antes que escritor, Pérez-Reverte se define como un voraz lector y no duda en recomendar libros, películas y series. La mayoría de las veces, acierta.
“Esto no es una sugerencia, sino casi una orden: lean esta obra maestra”, escribió en su cuenta de Instagram, sobre la novela La máscara de Dimitrios (1939) del escritor británico Eric Ambler. La nueva edición, en Zenda-Edhasa, de esta novela de suspenso y espionaje, ambientada en la “turbia Europa Central de entreguerras”, cuenta con un prólogo del mismo Pérez-Reverte. A la vez, el autor nos da las señas de la homónima adaptación cinematográfica, de 1944, a cargo de Jean Negulesco.
La película se encuentra en YouTube. La vimos y nos sumamos al entusiasmo de Pérez-Reverte. Anímense.