Los traumas pueden heredarse de nuestros padres o abuelos: estudios revelan que podrían ser multigeneracionales
Investigaciones recientes evidencian cómo las experiencias traumáticas de generaciones pasadas influyen en la salud mental y física de sus descendientes. Se han documentado patrones hereditarios en genes relacionados con respuestas al estrés.
Los efectos de experiencias traumáticas en nuestros padres o abuelos podrían influir en nuestra salud mental y física. Estudios recientes en epigenética han encontrado patrones hereditarios en genes vinculados a respuestas al estrés y a trastornos emocionales. Además, los investigadores exploran cómo revertir estos efectos y qué factores ambientales pueden influir en su transmisión.
Los científicos han documentado cómo los cambios en la expresión génica influyen en la activación y desactivación de genes. “¿Cuánto de nuestro destino está predeterminado? ¿Cuánto controlamos?”, explica Moshe Szyf, profesor de la Universidad McGill. Este enfoque sugiere que la influencia del trauma puede extenderse a través de generaciones, lo que afectaría cómo percibimos y reaccionamos al entorno.
¿Qué es la epigenética y cómo influye en la transmisión de traumas?
La epigenética se centra en cómo el entorno puede modificar la actividad genética sin cambiar la estructura del ADN. Las experiencias traumáticas pueden añadir o eliminar marcas químicas en el ADN, llamadas grupos metilo, que altera la expresión de genes en la descendencia. Rachel Yehuda, profesora en el Mount Sinai de Nueva York, afirma que el trauma puede dejar una “señal epigenética” en el ADN y permitir que ciertas experiencias tengan efectos a largo plazo. “Una experiencia que altera la vida ‘no muere contigo’; de alguna forma, tiene vida propia después”, indicó.
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¿Cómo puede un trauma afectar a varias generaciones?
Un ejemplo claro son los hallazgos de Yehuda en el gen FKBP5, asociado con la ansiedad y otros trastornos de salud mental. En 2015, encontró marcas epigenéticas específicas en sobrevivientes del Holocausto y sus descendientes, lo que indicaba cambios en la metilación de ADN en la misma región genética. Estos cambios, ausentes en personas sin antecedentes de trauma, indican que los traumas pueden afectar a generaciones futuras.
Estudios en veteranos de Vietnam también aportan evidencias. Divya Mehta, de la Universidad Tecnológica de Queensland, identificó patrones de metilación distintos en veteranos con trastorno de estrés postraumático (TEPT) y sus hijos. “Identificamos un patrón único de cambios en el ADN que podrían ser hereditarios, especialmente los relacionados con la respuesta al estrés”, comentó Mehta. Estas investigaciones destacan cómo eventos traumáticos podrían tener repercusiones duraderas en la salud mental de los descendientes.
Investigaciones en animales refuerzan esta teoría. En experimentos con ratones, el neurocientífico Brian Dias encontró que el miedo a ciertos olores, asociado a experiencias negativas, se transmitía a generaciones posteriores que nunca habían estado expuestas a la experiencia traumática. Esto señala que el trauma puede dejar “huellas” epigenéticas duraderas.
¿Es posible revertir los efectos epigenéticos del trauma?
Aunque estos descubrimientos puedan parecer alarmantes, estudios recientes indican que es posible revertir algunos cambios epigenéticos. Investigaciones de Moshe Szyf y otros científicos han mostrado que entornos enriquecidos, como la interacción social y el ejercicio, pueden reducir la expresión de comportamientos asociados al trauma en animales.
Incluso tratamientos farmacológicos, como el uso de tricostatina A en ratones, han evidenciado potencial en la reversión de marcas epigenéticas relacionadas con la ansiedad, lo cual sugiere que el impacto de ciertos traumas podría reducirse. A medida que se profundiza en estos hallazgos, los científicos esperan desarrollar enfoques que permitan mitigar los efectos heredados del trauma en las generaciones futuras.
Este campo emergente abre nuevas perspectivas sobre la resiliencia y la capacidad de adaptación de los humanos. Como señala Yehuda, la herencia epigenética del trauma puede, en algunos casos, prepararnos mejor para enfrentar adversidades. Ello demuestra la complejidad y adaptabilidad del epigenoma en respuesta a experiencias profundas.